PLAN DE SALVACIÓN
¿QUÉ ES EL NUEVO NACIMIENTO?
La Biblia narra la historia de Nicodemo, un principal entre los judíos que había venido de noche a consultar a Jesús sobre particularidades de la vida eterna. Nicodemo era un fariseo y pertenecía al Sanhedrin el cuál era un concilio de veinticuatro jueces establecidos en las principales ciudades de los judíos. Evidentemente, a pesar de ser un hombre de gran reputación, debido a su vida religiosa, Nicodemo sentía en lo profundo de su ser, la inquietante posibilidad de que a pesar de ser religioso, tal vez carecía de una verdadera relación con Dios. La Biblia nos enseña que procuró una reunión con el Señor durante la noche y fue allí donde tocaron el tema sobre el nuevo nacimiento.
Durante la conversación, Jesús declara que “el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.” Nicodemo quedó perplejo con tal declaración del Señor Jesucristo. Al igual que Nicodemo, muchas personas aún no han entendido lo que significa nacer de nuevo. Debemos recordar que el hombre, sólo por medio de la Palabra de Dios y del convencimiento del Espíritu Santo, podrá comprender realmente con el corazón estas verdades. La Biblia dice: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.” Juan 6:44. Es Dios el que pone en nosotros el sentir. Cuando una persona se siente atraída por las cosas de Dios, es un posible indicativo de que Dios está ministrando en ella. Apocalípsis 3 nos dice que Jesús está tocando a la puerta de nuestro corazón y que tiene como intención entrar a nuestra vida para transformarla. Esa transformación la describe la Biblia con los términos, regeneración, resurrección espiritual y NUEVO NACIMIENTO.
El nuevo nacimiento, al igual que el nacimiento físico, no depende de esfuerzo humano. Es una obra que realiza el Espíritu de Dios. Jesús lo expresó de esta manera: “...el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.”
¿Qué significa nacer de agua y del Espíritu?
Esta era una frase un tanto conocida por los maestros de la Ley. Nicodemo, al igual que todo maestro de Israel, estaba familiarizado con un texto muy famoso en Ezequiel sobre la promesa de un nuevo pacto. “Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré un corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.” Ezequiel 36:25-26.
Ezequiel estaba diciendo que llegaría un día en que Dios lavaría el corazón y la vida; lavaría el hombre interno. Pondría un nuevo corazón y pondría a su Espíritu dentro del hombre.
Cuando Jesús está hablando con Nicodemo; cuando le dice “tienes que nacer de agua y Espíritu,” Nicodemo sabía lo que Jesús estaba diciendo: “He venido a cumplir la promesa del nuevo pacto.” El apóstol Pablo lo llama el “lavamiento de la regeneración,” el lavamiento interno de la regeneración y la renovación del Espíritu Santo, mencionado en Tito 3:5-6.
Una vez que el hombre ha creído en el Hijo de Dios para salvación, el Espíritu Santo efectúa en la vida del nuevo creyente un milagro de transformación. El hombre arrepentido pasa a ser una nueva criatura. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” 2 Corintios 5:17.
Si no ha creído en Cristo, será imposible que sea salvo. “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el Nombre del unigénito Hijo de Dios.” Juan 3:18.
Recordemos, nacer de nuevo es equivalente a la regeneración de Espíritu Santo. El Espíritu Santo en la búsqueda del hombre perdido, tiene dos ministerios a realizar. Convencer y Regenerar. En primer lugar, el Espíritu convence al hombre de que es un pecador. Ministra a su corazón a través de la Palabra mostrándole su condición pecaminosa. La Biblia declara: “No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios.” Convence al hombre de que está perdido en su pecado y que está destituido de la gloria de Dios. Está alejado de Dios, como el norte lo está del sur. Su naturaleza es pecaminosa y su constante deseo es pecar. El Espíritu lo convence de que tiene pobreza espiritual, y que por sí solo, no tiene esperanza alguna de salvarse.
En seguida el Espíritu le convence de juicio. Una vez que el hombre reconoce que es pecador, se le advierte que si no hace algo al respecto, será juzgado por Dios y será hallado culpable. Romanos 5:12 declara que es digno de muerte "por cuanto todos han pecado."
El Espíritu continúa su ministerio de convencimiento, al darle esperanza al pecador sobre la justicia de Dios. Así como Adán imputó el pecado a todos los hombres, Jesús desea imputar de su justicia a todos los que creen en Él. “Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida.” Romanos 5:18. Dicha justificación se adquiere sólo a través de la fe en Dios. No hay obra que podrá ofrecer el hombre que le alcance para comprar la salvación. Efesios 2:8-9: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe, y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.” Es necesario que el hombre crea que Jesús es el único Salvador. Es reconocer que Él pagó con su vida el precio que merecía pagar el hombre por sus pecados. Cuando Jesús murió en la cruz del Calvario, los pecados de todos los hombres fueron imputados sobre Él, para que todo aquel que lo acepte como sustituto en la cruz, pagando el precio del pecado del hombre, sea salvo. Es necesario creer en Él de todo corazón. Debe creer en sus palabras y obedecerlas, pues el que dice que cree en Él y no le obedece, es inconsecuente en su afirmación. El que verdaderamente ha sido convencido de pecado, justicia y juicio es aquel que verdaderamente se arrepiente de su vida vieja y se compromete en vivir para Cristo.
Este hombre arrepentido y comprometido a través de la fe, es incapaz de vivir a la altura que demanda Dios. Es aquí donde el Espíritu realiza su segundo ministerio en el inconverso - la regeneración. Es un milagro que efectúa Dios. Es una transformación del interior, es un nuevo nacimiento, es una resurrección espiritual. Es Dios a través del Espíritu transformando al nuevo creyente en una nueva criatura. Simultáneamente, Dios envía a su Espíritu para hacer morada dentro de la vida de este nuevo creyente, capacitándole para vivir una vida de obediencia a su Palabra. Es aquí donde la Palabra de Dios, dando por sentado que el nuevo hombre goza de la presencia del Espíritu en su vida, donde le instruye a vivir una vida santa. “Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.” Gálatas 5:16.
¿Has nacido de nuevo?
“Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios...” 1 Juan 5:1. Debe mencionarse que habrá resultados cuando una persona verdaderamente nace de nuevo, o como lo dice Juan, nace de Dios.
“Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.” 1 Juan 3:10. “Todo lo que es nacido de Dios vence al mundo....” 1 Juan 5:4.
La persona que es nacida de Dios, será identificada como una persona que desea vivir genuinamente para Dios. Tratará de guardar su Palabra y vencer las tentaciones que ofrece el mundo. No será perfecta, pero deseará constantemente perfeccionarse. No es obediente para ganarse la salvación. Es obediente porque ha nacido de Dios.